miércoles, 8 de octubre de 2008

Pequeña, diminuta, casi imperceptible.

Todos dijeron que no estaba preparada para vivir, aun así la trajeron a la vida en contra de su voluntad.
Por esa razón, y por quién sabe cuantas más, nació muerta; sin respiración, su corazón no se movía, sus pequeñas manitas se tornaban moradas, casi negras. Sin vida.
Eran las 11:46 en un hospital pequeño, de una ciudad pequeña. Hace 10 días que la esperaban, pero ella no quería nacer.

Nació un día cualquiera de un año cualquiera, eso sí, en un mes frío, tan frío como sus piececitos muertos.
Más de un minuto intentando que aferrara con su manita esa vida, una vida que se alejaba lentamente, como la esperanza de aquellos que no quisieron que cumpliera su destino.
Minuto 1:15, los pulmones de la pequeña niña se inflan, su corazón revive. Comienza a llorar, su color se vuelve rojo pero las marcas de quienes la obligaron a salir seguían ahí.
En ese mismo momento, cuando pudo percibir la luz, empezó a odiar la vida. La vida también la odiaría a ella, pero fue algo que jamás le importó.
Nunca le ha importado y nunca le importará, a pesar de todas las veces que le intente hacer la zancadilla.

1 comentario:

Zeros dijo...

Wola

Al fin me diste tu dirección.

Feliz primer comentario ^^